La canción popular, movida y pícara, recoge frecuentemente actitudes y valores humanos que fluyen suavemente de la brega diaria. Tal es la canción que en este momento me viene a la mente. “Si tu suegra te da problema ponle un ‘Se vende’”. Revela esa actitud del mínimo esfuerzo que, a la primera dificultad, la única solución que se plantea es la de huir de esa dificultad: suprímelo, cancélalo. Es tristemente lo que decían del dictador Trujillo ante un enemigo de su pensamiento. Cancélalo, decía lo que significaba que había que matarlo. Es la actitud de a la primera, cambiar el rumbo para no meterle el diente a la situación. De Napoleón oí que dijo: “el matrimonio es la única guerra que se gana huyendo”.
No dar cara, no trabajar la situación, no buscar otras alternativas. Y eso puede pasar en los que tienen la actitud divorcista cuando se les presenta lo difícil de elaborar una mejor relación matrimonial. Es la actitud del adolescente que solo busca la gratificación inmediata. No se pone a pensar en lo que pierde, ni en los peores dolores que le esperan por buscar inmediatamente lo agradable. Es postura de evasión continua y no agarrar al toro por los cuernos. Escapismo, no confrontación. Un político me decía que él no podía creer en la reencarnación porque, si esta se diera, ¡los puertorriqueños pospondríamos la solución del estatus político para la otra reencarnación! Es decir, hasta en eso ponemos un “se vende”.
Debo ser benévolo con la debilidad humana y reconocer que hay situaciones en que la lucha o la espera alargada de un cambio podría traer mayores males que el salirse del ring. ¡Pero tampoco tirar la toalla en cuanto suena la campana del primer round! Me pregunto por qué Zsa Zsa Gabor llegó a tener como siete maridos. No me dio una entrevista para preguntarle. Tal vez veía al marido como un objeto de moda, que va cambiando según las estaciones, o lo último fulgurante del momento. Los niños fifí, los que se criaron con unos padres consentidores a todos sus antojos, pueden caer en esta figura del “ponle un se vende”.
El cristiano sabe, como dice la carta de Hebreos, “sin efusión de sangre no hay redención”. O de otro modo, que ‘por la cruz se va a la luz’. Que por la prueba se va a la victoria. Es la profunda lección del Apocalipsis. No es un libro para asustar o conseguir conversiones por el miedo. Es para hace
r consciente al cristiano de que en su vida habrá Bestias y Dragones rojos, pero al final, por la perseverancia, vence Cristo, sobre el caballo blanco, y con él los que siguieron al cordero. Es libro para animar a la lucha, a la esperanza. El final será “un cielo nuevo y una tierra nueva”. Será vestidura blanca, pero para los que siguieron al cordero.
Lo he dicho otras veces. En mi experiencia las parejas que han tenido que llorar por un grave error de uno de los dos (como el adulterio), si ambos se deciden a trabajar la recuperación (corte del pecado, perdón profundo) terminan como parejas que suben al goce profundo de lo que es una relación matrimonial. La gracia del sacramento brota como un surtidor. El error es, entonces, una cicatriz que embellece, como las cicatrices del héroe sufridas en la guerra por la patria. Qué bonito el ejemplo de San Alberto Hurtado, gran apóstol jesuita, que en los profundos dolores del cáncer que le comía repetía a los que le preguntaban: Contento, Señor, ¡contento! Ya lo dijo el evangelio: No será coronado sino el que luchare hasta el final. Un caníbal le decía a su hijo que le preguntaba qué era ese pájaro (avión) que volaba tan alto. “Hijo, ese pájaro tiene la corteza bien dura, ¡pero la carne por dentro es bien sabrosa! Eso le pasó a Ezequiel: ¡se comió el libro, y le supo a miel!
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